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sábado, 3 de octubre de 2009

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LOS QUE SE FUERON

Hace mucho tiempo que estoy pensando en dedicar unas lineas a todos los que hemos conocido en nuestros negocios y que se fueron, personas que en un principio las considerábamos clientes, y con el tiempo llegaron a ser amigos nuestros, personas con las que hemos compartido vivencias, días de alegría y de tristeza...la de veces que hemos hablado con ellos del Betis o del Sevilla, de lo mal o bien que lo hace tal o cual político, de nuestras familias, nuestros hijos...
Algo se nos ha ido con su ausencia, es irreemplazable, cada vez que una situación me recuerda a ellos, mi corazón da un vuelco y me acuerdo de las conversaciones que tuvimos. Me acuerdo de Don Manuel y del aroma que desprendía su pipa, de lo alegre que estaba con "su Sevilla", precisamente nos abandonó, cuando su equipo estaba en lo más alto. Y Antoñita, que era capaz de dejar lo que estuviese haciendo para irme a la farmacia a por unas aspirinas, ella incluso , cuando nos casamos mi mujer y yo, nos regaló un cuadro con la Bendición Papal. Y las conversaciones que tenía sobre la Medicina con el Doctor Meneses, que fue Presidente del Colegio de Pediatría, recuerdo que su mujer me dijo que estando en la UCI entubado, leía el periódico y me recortaba los cupones que no necesitaba, y los guardó para que después de su muerte me los diese su señora...(se queda uno sin palabras ante estos momentos). Me acuerdo de mi tía Sor Encarnación, que todas las mañanas me traía un mantecado después de los laudes, (el cariño y el amor que me transmitía nunca se me olvidará), con cada polvorón que me daba alargaba su mano, apretaba la mía y me dedicaba una sonrisa, el último día que la vi, me dijo: -"Rafaelín, tráeme las niñas al convento, que estamos deseando verlas."
La de veces que me acuerdo de esta frase pues no fuimos, ya que me tiré todo el día en el quiosco, y cuando llegué a casa ya era de noche.
Son tantos que muchas veces recordamos sus caras, aunque olvidemos sus nombres. Puñetero negocio que nos tiene esclavizados.
Los quioscos nos hacen tener una cara ante el público, aunque la procesión se lleve por dentro, recuerdo que cuando le dió a mi padre el infarto, y estuvo ingresado, estaba en el negocio, y tenía el corazón y el espíritu en otro lado, o cuando he sido padre, deseando estar con la familia y teniendo que aguantar aquí
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1 comentarios:

Enrique_kioscoelcano dijo...

Con la ingrata labor que nos ocupa que enturbia nuestro carácter, siempre es de agradecer que alguien nos recuerde que también vivimos momentos emotivos y entrañables.

La relación con nuestros clientes-amigos es el más valioso patrimonio que tenemos.
¿Cuantas veces te habrás preguntado, porque hará esto por mi si muchas veces soy tan ingrato?

Hay persona buenas, ¡¡muchas!! Y están cerca.

Felicidades RAFA por este emotivo post.

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