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lunes, 8 de febrero de 2010

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Capitulo II, de nuestro Hidalgo



Que trata de la primera reclamación que de su Kiosco hizo el ingenioso don Quiosquero

Hechas, pues, las anteriores prevenciones, quiso nuestro caballero empezar las reclamaciones a las distribuidoras y pensaba los agravios que quería deshacer, tuertos que enderezar, sinrazones que enmendar, abusos que mejorar y deudas que satisfacer. Y así, dando parte a su mujer, una tarde de jueves, antes de comer,ya que si lo hacía no llegaría presto a su cita, se armó con todas sus armas, las cuales son: la razón, la templanza, la honestidad y la verdad, y subió a su Moto-Reclamante, y por la puerta de atrás del Kiosco salió a su aventura, con grandísimo contento y alborozo de ver con cuánta facilidad había dado principio a su buen deseo.
Iba en su cabalgadura, sorteando el ruido y los atascos de la gran ciudad cuando le asaltó a nuestro flamante aventurero las siguientes dudas:
¿Quién me atenderá está tarde tras los mostradores, y dará por buenos los hechos que reclamo, qué sabio me toparé en la empresa...?, iba nuestro caballero ensimismado en estos y otros menesteres cuando añadió diciendo:
-Dichosa edad y dichosa tarde aquella en la que saldrán a la luz las famosas reclamaciones mías, dignas de esculpirse en mármoles y pintarse en tablas o escribirse en páginas webs del gremio de quiosqueros, para memoria en lo futuro.
Luego volvía diciendo a su enamorada:
-!Oh princesa Mercedes de Espartinas, señora deste cautivo corazón!, acuérdate de tenerme los caldos del cocido y las carnes de la pringá, presta a comer cuando arribe a casa a las siete de la tarde, que hoy me queda mucho que reclamar ante la Cueva de Alí-Babá y esperemos que no me encuentre con sus cuarenta "lacayos".
Con estos iba ensartando otros disparates. Con esto, avanzaba entre el tráfico tan despacio, y el frió y el agua le entraban tan aprisa por la visera del casco, que fuera bastante para coger un señor resfriado.
Diose prisa por llegar a la Cueva del Infiel, sobre las cinco de la tarde, a las seis y media ya anochecía.
Estaban acaso en el mostrador de la Oficina dos mujeres mozas, allí estaban las dos distraídas. A él le parecieron dos hermosas doncellas y las dos se levantaron al verlo e hicieron ademán de irse del habitáculo, a lo cual nuestro Caballero, con voz gentil y voz reposada les dijo:
-No fuyan las vuestras mercedes ni teman desaguisado alguno; ca a la orden de Quiosqueros y Caballeros non toca ni atañe facerle a ninguno, que sólo busco consuelo y desfacer el entuerto que he descubierto en el desaguisado de factura que porto en mis alforjas, miren ustedes el cargo que me hacen de un día completo, sin que aparezca el correpondiente abono de la devolución realizada que hice cabal y gentilmente a vuestras mercedes, ruego me tengan en cuenta el abono y cuesta reclamación para la siguiente factura.
A lo cual las mozas una vez hechas las correspondientes observaciones contestaron:
-¡Gentil Caballero, el error no es otro que el no hallar el correspondiente albarán del día, y eso ha motivado el cargo de toda la mercancía que le mandamos, y es que la política desta ínsula, es cargar toda la misma si perdemos en la empresa el susodicho escrito. Pero con la documentación por vuesa merced entregada, procedemos al correspondiente abono en la siguiente factura, con lo cual hasta dentro de quince días no le devolvemos los dineros que le adeudamos...!, un sabio y erudito Pitágoras hubiera dicho:
-¡Manda huevos...lo poco presto que son para devolver las riquezas ajenas!.
Pero nuestro Caballero dijo con mucho donaire:
-Nunca fuera caballero
de damas tan bien servido
como fuera Don Quiosquero
cuando de su Kiosco vino.
Una vez terminada la primera andanza de nuestro Hidalgo, abandonó el Castillo y regresó a su Ínsula con su bienamada Esposa y sus pequeñas y rubicundas hijas y así terminó la primera aventura, no si antes sacar una conclusión, para ir a platicar y reclamar es necesario tener la barriga llena, si no, del mucho pensar y del tanto esperar, uno puede desfallecer y perder la razón.
Continuará...
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